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Hemos pasado por muchas experiencias que han sacudido nuestra existencia y han instalado nuevas formas de ser, vivir, comunicarse y sentir, la presencia de iniquidades en un sistema socio-político-económico que no fundamenta sus raíces en ideologías y, solo pretende salir a flote con los intereses personales ha sido un quiste que se ha aferrado cada día más en nuestras formas de vida.
El cambio de época o estar en una época de cambios acelerados ha institucionalizado las creencias de ver y proyectarse como un juego de ajedrez, moviendo fichas a nuestro antojo y conveniencia, los mensajes de la postmodernidad son claros y cada vez más entendidos para quienes sobrevivimos en este mundo, “todo vale”, “no existe utopía”, “se vive aquí el ahora y entre más sentido es, eleva la calidad”, este movimiento – corriente cultural, artístico y filosófico está estableciendo como nuevas formas de comportamiento el consumismo y el individualismo, que son los elementos principales.
A lo largo de la vida, nuestra realidad espiritual interactúa dinámicamente con las experiencias que vivimos. Por una parte, lo que denominamos nuestra espiritualidad se va moldeando a medida que abrazamos esas experiencias; por otra, esta espiritualidad modela nuestra forma de relacionarnos con las personas, con el mundo y con Dios.